Uno vuelve siempre

La jornada de cine gratuito del domingo 20 de agosto, en el Festival Internacional de Cine Documental (ACAMPADOC), abordó las luchas que varios pueblos indígenas lideran en la Abya Yala, relacionados con la recuperación de los territorios, la preservación de la identidad y la defensa de una vida digna.

Uno vuelve siempre

La jornada de cine gratuito del domingo 20 de agosto, en el Festival Internacional de Cine Documental (ACAMPADOC), abordó las luchas que varios pueblos indígenas lideran en la Abya Yala, relacionados con la recuperación de los territorios, la preservación de la identidad y la defensa de una vida digna.
Ana Teresa Benjamín
Especial para ACAMPADOC

 

Un árbol que se yergue entre montañas neblinosas. Un camino de tierra que conduce al principio. Un río que “al golpear las piedras con sus agüitas, me fue moldeando la voz”. La tanda gratuita del Festival Internacional de Cine Documental (ACAMPADOC) del domingo 20 de agosto fue pura fuerza, esperanza y poesía, pero también un recordatorio de cuán poco conocemos los dolores de quienes hoy luchan por su identidad y territorios.

“La colonización no ha pasado”, sostiene Doris Ríos Ríos, mujer cabécar que hizo parte del documental Volviendo a la tierra que nos vio nacer, dirigido por la antropóloga social Hawi Castañeda.

“Sigue siendo como cuando el supuesto descubrimiento, pero se ha disfrazado de manera diferente: en leyes que aparentan proteger los territorios indígenas, mientras nos despojan de nuestras tierras por intereses en minería o en electricidad”, agrega.

El corto muestra cuando un grupo de personas mayores cabécares de Talamanca vuelve al territorio indígena de China Kichá, para visitar el lugar en el que nacieron y crecieron, y del que fueron expulsados mediante engaños. Allí se reencuentran con quienes resistieron las presiones y la derogación de la reserva indígena en 1982, que había sido creada más de 25 años antes, en 1956. La visita se convierte entonces en un acto simbólico frente a una lucha mayor: la recuperación que el pueblo cabécar ha emprendido para ocupar su territorio; un territorio que al principio tenía 7 mil hectáreas pero que, tras su devolución en 2001, se redujo a unas mil hectáreas, 97% de las cuales están ocupadas por población no indígena.

“El territorio ha sufrido demasiado”, detalla Doris, refiriéndose a la pérdida de bosques a la que aluden algunos de los viejos habitantes que, en el corto, recorren esos viejos sitios donde amaron la vida. “Las recuperaciones son un esfuerzo grandísimo de organización. La comunidad se convenció cuando hicimos muchos intentos de diálogo con el gobierno y no salió absolutamente nada de eso. Nosotros ocupamos fincas que tienen un significado espiritual y cultural, y así lo damos a conocer”, explica la líder cabécar.

El proceso no ha estado exento de consecuencias. El líder bribi Sergio Rojas, de la zona de Salitre, fue asesinado en 2019 y su caso continúa sin resolverse. Lo mismo ha ocurrido con el homicidio de Jehry Rivera, muerto en 2020 en el territorio Bröran, de Térraba.

La tanda de cine gratuito continuó con la proyección del largometraje La rebelión de las flores, una película poderosísima en el sentido espiritual, si se entiende lo espiritual como la incuestionable relación del ser humano con la naturaleza, en tanto parte de. La película cuenta la historia de un grupo de mujeres de diversas etnias indígenas que, en octubre de 2019, ocuparon durante 11 días la sede del Ministerio del Interior de Argentina, durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019).

El documental comienza con planos abiertos del territorio patagónico, una zona del planeta de tal belleza que duele saber que las actividades extractivistas han puesto el ojo allí desde hace ya varios años, poniendo en riesgo la sobrevivencia de las comunidades que allí habitan.
Precisamente, La rebelión de las flores es la historia de las mujeres que viven en esos territorios y que luchan por conservarlos, en medio de la expansión capitalista que amenaza esas pequeñas cosas que lo son todo, como cantaba Mercedes Sosa: la brisa que sentimos en nuestros cuerpos, la flor que sirve de alimento a las abejas, el cielo inabarcable. “¿Por qué pensamos que nuestras vidas son más importantes que la del río?”, se pregunta una de estas mujeres, mientras otra compañera lanza quizá la más triste de las afirmaciones: “A mí ya me mataron a mi hijo. ¿Qué miedo puedo tener?”.

Es esta una de las mujeres que se queda sentada y muda mientras se da cuenta que el ministro del Interior, tras recibirlas y aparentar escucha, se desentiende y afirma que no está en capacidad de atender ninguna de sus peticiones: el derecho a la vida, al agua, a la paz.

La película muestra la indiferencia de muchos, pero también la solidaridad de otros tantos.

Aparece incluso la gran Rita Segato. Al final de la proyección solo se escucha una voz en off: una joven mapuche está por parir y no se escuchan los gritos usuales con los que la cultura occidental muestra la llegada al mundo: la chica solo dice, con mucha suavidad: “Ay, me duele mucho…”.

Y una partera le contesta, con voz calma: “Ahora necesito que pujes”.
Así, como el río que nos atraviesa… Un murmullo incesante de vida.